martes, febrero 28, 2006

Una típica mañana del sur

Este texto lo escribí en Ingeniero Jacobacci, Río Negro, Argentina, en un viaje por trabajo.

30 de Julio de 2000

Una típica mañana del sur.

Hay momentos que me sirven para pensar, recordar, y este es uno de ellos. En esta mañana, bien temprano salgo de la casa de mi tía, en la calle no hay nadie, la luz del sol se hace rogar y un manto blanco cubre la calle. Por suerte no hay viento, que siempre deja sus marcas por estos lugares. Mientras camino el ruido de la escarcha me acompaña, ese crujir debajo de mis pies, me animan a apurar el paso y así poder escuchar con mas fuerza. En estas pocas cuadras, miro a mi alrededor y veo las casas que siempre vi, pero en otra tonalidad. Sus colores más opacos le dan una personalidad que no tienen cuando hay luz, todos los detalles que me rodean, surgen con formas distintas, y juegan con las sombras. El cielo, bien negro y estrellado, me muestra su grandeza y no puedo creer la cantidad de estrellas que hay. En la ciudad no se ven ni un cuarto de ellas.

Ya en este mundo, me pongo a repasar lo que estoy próximo a hacer, verifico si llevo la llave, a ver si me tengo que volver y sentir más el frío. Pienso cuanto tiempo me va a llevar, y resuelvo que no voy a tener problemas.

Entre mis paso, me permito divagar, y recuerdo la época que viví en este pueblo, tiempos felices aquellos, todo juego y diversión. Que miedo le tenia al viento, pensaba iluso, que me podía llevar volando, y cuando soplaba, buscaba refugio en el primer poste que veía. Tenia muchos amigos, creo, y que lindo la nieve. Después, el tiempo, haría su trabajo y todo eso perdería significado, hoy, tras mis pasos solo quedan pequeños recuerdos de pequeños momentos.

Hoy estoy trabajando, en el lugar donde jugaba. Nunca soñé esto, para mí, el pueblo es familia, conflictos, y aburrimiento. Si hoy es todo muy aburrido, tan acostumbrado estoy al ritmo de ciudad, que esto me incomoda. ¿Cómo puede ser que a esta hora no haya nadie? Todos se toman su tiempo, para todo.

Me encanta el ruido de mis botas crujiendo sobre la helada, estoy fascinado, casi es un embrujo que me lleva mas adelante de lo que estoy. Todo me invita a seguir volando, el vapor de mi boca que hace dibujos con el viento, el frio que me llega desde mis manos, pero no tirito, es una mezcla de sensaciones muy lindas. Visualizo a mis amigos en lo que pueden estar haciendo en estos momentos. Levantándose, tomando un café, corriendo al colectivo... Me alegra tenerlos, y poder pensar en ellos, en este frió día, me hacen falta. Extraño esas charlas cotidianas en donde nos contamos el día, tan lejos me siento ahora. En donde estoy, parece tan inhóspito, no hay nadie en la calle y acentúa lo que ciento.

Ya voy llegando y vuelvo a esta realidad, tengo que encontrar la llave, ¿Cuál de estas era?